jueves, 28 de octubre de 2010

LA ODALISCA Y EL INGENUO HOMBRE DE NEGOCIOS







Cuadro Gustav Klimt

Cuento, ficticio.






Era Jueves por la tarde , y la semana había sido extraordinaria, todavía tenía el sabor de mi ambición satisfecha y ese relajante elixir,  de la adrenalina al haberme arriesgado de más para hacer esa negociación, que salió perfecta.

Sí, me aventuré de mas, rocé el límite de mi concentración en mi cerebro,  con la aplicación psicológica  y  la actuación corporal. Todo  fue  perfecto para lograr ese negocio,  pero la sensación al  inyectarse la adrenalina en mi cuerpo, al  superar el temor y superar a mis adversarios,  fue deliciosa, sin precio…Todavía sentía esa revolución en mi y con ese torrente en mis venas, necesitaba una noche loca, especial, algo fuera de lo normal, para celebrarme a mi mismo, para que las sensaciones sigan fluyendo en mi torrente sanguíneo, me lo merecía…

Ese día había acordado pasar con un  sastre que me habían recomendado; según lo advertido, era un artista en el arte de la confección. Un par de trajes y unas cuantas camisas de exquisita calidad, sería un buen principio para celebrarme.
Entré a un edificio de principios de siglo, de buen gusto.  Me registré, y un mayordomo elegantemente vestido en un frac me atendió con elegancia. El mayordomo me acompañó hasta el elevador, que era una pieza preciosa,  antiquísima,  de estilo art deco, donde, los dorados  y cobrizos metales resplandecían en limpieza. Me dirigí al mismo y un elevadorista  en indumentaria impecable para el oficio,   me pregunto respetuosamente: 

---¿ A donde gusta subir Señor? ---

---Voy con el Sr.. Buzzili,--

--¡ah si,  piso siete Señor., en seguida! --

Cierra manualmente la puerta de rombos flejados en color dorado, el sonido del motor advierte a las poleas del viejo elevador que se estiran y nos elevan  hasta el piso de la sastrería;    al abrirse, una agradable impresión me dejó la decoración del local. Todo el piso  que normalmente es dispuesto para siete  oficinas, era del Sr. Buzzili. El hall principal le otorgaba una magnanimidad, sublime. Era un piso de mármol blanco bellagio, en piezas grandes, muy limpias; muros decorados con frescos florentinos en sensuales temas con diosas romanas decoraban el muro.  Un techo altísimo enmarcado con cornisas caprichosamente elaboradas y esculturas de preciosas mujeres semidesnudas en mármol blanco en las esquinas, otorgaandole elegancia impecable. Un inmenso cristal, dividía el hall de la entrada, de la sastrería.  Ya entrando al área de la sastrería, el ambiente era sobrio y acogedor , otorgado en gran  parte por la duela de madera de encino y por un mostrador de larga barra, también en caoba y como una velo de seda, un fino barniz cristalino y mate le recubría.  A espaldas del mostrador, cuadros simétricos de la rojiza madera,  alojaban  selectos casimires ,  ordenados por gamas de colores,  infringiéndole orden y sobriedad al estante.
Enseguida aparece  una dama mayor, muy elegante.

--¿Buenas tardes caballero, a quien anuncio? --

---Al Sr. Santino---   Desplegando con refinamiento el movimiento de sus manos,  me indica  pasar a una pequeña sala.  Kilims de seda rojos, cubrían armoniosamente el  piso de duela,  un par de sillas francesas esperaban mi reposo y la vista  se amenizaba por  los muros  de lambrín de madera obscura,  en acabado terso e impecablemente limpio.

---En seguida viene el Sr. Edson --.Me comunica la elegante dama.

  El señor Edson era un portugués artesano en la confección, había acompañado siempre al Sr. Buzzili. Él  era parte clave de la sastrería y sinceramente un artista en este oficio, pero con las camisas, era simplemente magistral. Por eso busqué este lugar.

Me tomó medidas, charlamos un poco de Portugal, de su vino verde, del oporto, del bacalhau á bràs (bacalao a las brasas) y  otras delicias de Portugal.   Al terminar,  me acompañó a la sala adyacente al mostrador.
 --Me sorprendí--; ahí mismo, una mujer morena, de rasgos árabes, como una reina persa, envolvía su bella figura en un traje sastre de roja seda;  una blusa negra de botones al frente,   estratégicamente abiertos, afloraban su encanto sexual. Le saludé y me sonrió, sostuvo su mirada fuerte, dominante y muy sensual. Impulsivamente y con elegante paso, casi felino, sin dejar de mirarme se acercó y beso sutilmente mi mejilla  …me susurró con voz satinada….

---Enchanté..---

Sus ojos negros me miraron fijamente, sentí que mi cuerpo se desprendía, percibí su seducción, inclusive oí un risa sensual en mi cabeza , me quedé pasmado unos cuantos segundos, inmóvil... -- El sastre Edson se despidió dos veces de mi y no le contesté-- estaba embelesado con la magia de esa bella mujer..y al despertar de mi ausencia, me percaté que ya no estaba ahí; se evaporó de mis ojos y  le comenté al sastre:  

---Edson ¿sabe  quien es esa mujer? ..---


---Sí,  vino a encargarnos telas muy finas, de Damasco..---


---Edson tengo que volver a ver a esa mujer, por favor dígame donde le puedo localizar..---


---Si insiste señor, puedo tratar de arreglar que ella le vea, si gusta esta misma tarde, –tal vez-; déme un segundo señor,  por favor pase a la sala. ¿Le apetece  un oporto Portugués? ,---tengo un veinticuatro años de añejamiento y con gusto le sirvo una copa, permítame, por favor...

--- Con reverente actitud el Sr. Edson, sale de la sala y regresa en minutos, con la botella y dos pequeñas copas de cristal de bacará, en refinado corte. Las sirve y los destellos del rojo obscuro del líquido, me invitaron a sorber un trago y después de degustarle,  me comentó:

---La señora es una dama muy fina;  como usted lo percibió, posee un encanto exquisito, ella trabaja en un lugar que es un paraíso para hombres refinados, con la categoría de usted.. Le recomendaré señor,  pues solamente por invitación se puede acceder  a ese lugar..--- si gusta usted ahora mismo---; de hecho,  esta dos pisos arriba de nosotros.--- ¿ Le parece que enseguida mande traer  el elevador ?..---

--Por favor Señor Edson, le agradezco su gentileza y estaré pendiente, para los trajes ---
---Si señor,  la semana que entra yo le hago saber de ellos, hasta luego..---


Ya estaba el ascensor abierto , y  el elevadorista  me comentó:

---Enseguida  subimos Señor---

Ni un comentario, ni un gesto, solamente me llevó.....

Estaba yo impaciente de saber de esa mujer hermosa..
Se  abrió el elevador y  había un pequeño hall con tapices rojos carmesí en terciopelo en sus muros.  Sillones de piel obscura enmarcados en madera de  finos acabados, otorgándole sobriedad,  marquetería bizantina insertada. Los muebles reposaban sobre una alfombra de manufactura y pasajes turcos. La puerta ya estaba abierta cuando llegué.. Una mujer mayor, de estilizada figura, traje sastre impecable, atractivo rostro y cabello blanco brillante,  me recibió.

---- Sr. Santino ----

---Sí,  así es---

--Por favor pase---

  Y dispuso su brazo para destinarme: 
--venga conmigo por favor--,  entramos a un salón que parecía un paraíso persa,  donde; predominaba el rojo en sus telas y el dorado en grecas. Aromas a mirra y perfumes hermosos hechizaron mi nariz. Cadenciosa música tribal de medio oriente  amenizaba el salón, creando una mágica atmosfera. En pedestales,  entre islas de cojines de seda y lana,   mujeres ataviadas como odaliscas, contoneaban sus hermosos cuerpos, cubriéndoles apenas con escasas sedas vaporosas. Medallas de oro y cadenas delicadas,  decoraban la cintura desnuda en los fértiles cuerpos de las exóticas bailarinas árabes. Las darbukas  (tambores del medio oriente) marcaban los cadenciosos movimientos  de cadera de la  visualmente atractiva danza del vientre.

El salón  circular  con islas de cojines, estaba delimitado de una cinta de kilims con esculturas y jarrones a las orillas que separaban el salón principal de salones con cortinas en terciopelo rojo .  En la parte superior, remataba la tela en arcos bizantinos, dando la apariencia de lujosas tiendas árabes del desierto. Dentro de estas, hermosos kilims cubrían la alfombra roja y sobre estos, cómodos cojines envueltos en telas de seda en colores, dorados, rojos, morados, y azules.  Seductoras odaliscas se recostaban acariciando y acicalando a caballeros ya despojados de los botones,  con la camisa abierta. Les complacían magistralmente,  les daban de beber,  de comer y fumar opio o tabaco;  llevándoles y retirándoles la boquilla a  la boca, al inhalar y exhalar.  Con el cuerpo semidesnudo, acercaban hasta rozarles la piel sensualmente,  llevándoles a un trance de sexual encanto.


La señora me llevó a un sillón circular de terciopelo rojo y cojines dorados y azul índigo en brillante seda, y me pregunto: ¿Desea algo de beber? , le pedí una copa de brandy lepanto…


Me recosté cómodamente a observar el exquisito lugar  y  en unos minutos,  se sentaron  dos damas y sin tapujos, comenzaron  a  acariciarme, al mismo tiempo que reían sin siquiera, dirigirme la palabra.

Detrás de una de las cortinas la misteriosa mujer de  ojos negros, que me cautivó en la sastrería, me miraba. Bailaba la danza del vientre al ritmo de las darbukas. Ella era lo único que me interesaba.... Ahí estaba ella… ataviada en telas vaporosas de seda color rojo. Presencié que detrás de las telas,  sus senos bellos, enormes, casi desnudos;  se movían cadenciosamente. Imaginé su delicado pezón rozar la tela vaporosa de seda y me pregunté ¿ que sentirá ella?, la mas preciosa odalisca.... Mi sexualidad despertó  y volví a sentir el poder de su mirada....


Tomé un sorbo de brandy y no le deje de mirar, ella sostuvo la mirada y sonrío, entonces miró a los dos mujeres que me acompañaban.   Se comunicaron visualmente y en un instante, como si fuera una coreografía telepática perfectamente estudiada, las dos mujeres me tomaron de la mano y me llevaron donde estaba ella: La dama misteriosa. 

Me recostó  en los cojines de seda y sin decirme palabra alguna, ---me besó en los labios---, así sin nada... El delicioso aroma de su boca, me hipnotizó.  En lo que me reparaba del beso, ella desapareció... Le busqué con los ojos y no la encontré.

Me  pare buscándola  por todos lados, y no la localizaba. Desistí y me recosté en el salón donde ella me besó y en un segundo, como una hada sensual,  apareció ella hermosa. Sus ojos enormes y negros, enmarcados en kohl negro, volvieron a invadirme,  hipnotizándome.  Se recostó a mi lado y de sus labios , como una canción salieron palabras.
--Me dio mucho gusto, que me hayas buscado. Yo tampoco podía quitarte de mi mente,- sabes- me gustaste, me gusta como me miras. No quiero ensuciar con palabras lo que mi cuerpo y alma sienten, quiero respirar tu aroma, ahora que estas cerca de mí

Me besó el cuello y volvió a besar mi boca. Un paraíso de aromas a inciensos, feromonas y perfumes, invadió mi olfato.  Colores en mi alma, extendieron sus alas como mariposas tiernas. Sus manos diestramente desabotonaron mi camisa y el contacto de sus destrezas acariciando mi pecho encendió mi piel.   Se recostó en mi pecho, y  de las telas sueltas,  sus senos hermosos se asomaron,  palpando mi piel desnuda, enloqueciéndola de virilidad.

Apretó mas su cuerpo al mío y se apartó.  Felínamente sutil, y  bella se aproximó y respiró en mis labios.....y sin más,  se despojó de  las escasas telas que le  cubrían. Me ofreció deliciosamente sus pechos desnudos; dándome de beber vino en ellos y llevándolo también de la copa a mi boca, con el sabor del vino en nuestros paladares,  degustamos de nuestras bocas...


Palmeo dos veces--- y  un caballero ataviado en indumentaria persa, trajo una narguila y una vez que estuvo preparada,  el caballero con total sigilo, se esfumó cerrando las cortinas. ..Yo seguía escuchando el cadencioso encanto de las darbukas  y flotando en los encantos de ella.  Con gracia muy seductora, ella acomodó en mi boca la boquilla de la narguila y me invitó a fumarla. Ella la aspiró también, se acercó a mi, percibí su fragancia de mujer hermosa y  en un impulso delicado,  empezó  a degustar mi oreja,  adhiriendo su cuerpo al mío,  ambos ya,  sin algo que les cubra.... 


  Mientras las darbukas, marcaban el  ritmo, de la danza , percibí sus movimientos sensuales con necesidad de mi piel. Entonces,  su lengua ardiente,  degusto mi pecho. Me llené de pasión, de su seducción y en ese trance, percibí que  se comenzaron a acercar  las dos mujeres que se sentaron al principio conmigo  y las tres se avocaron con devoción exquisita… a respirar mi piel, a besarme suavemente el pecho y el cuello.  Entré en un viaje hipnótico, inducido por el opio y por el efecto  erógeno de la seducción de las tres mujeres. Comencé a escuchar mas voces,  mas mujeres se acercaban a mi, y el ritmo de las darbukas  se aceleraba al ritmo de mi corazón. Observé  que  todas las mujeres del lugar, se  despojaban  suavemente  sus ropas, sus ojos me devoraban  hambrientas,  con deseo lascivo y carnal.  Sigilosamente se acercaron  y se agasajaron de mi cuerpo desnudo.  El ritmo de las daburkas  se aceleró;  les provocó lujuria y como si quisieran devorarme en  un trance frenético,  en altisonante volumen, risas de lujuria, pasión a punto de explotar y el  exceso de sensaciones,   provocó que mis oídos y corazón estuvieran  a punto de explotar. El frenético y ya perturbador ritmo de las darbukas exaltaba de manera peligrosa mi corazón. Las uñas de las odaliscas se encajaban en mi piel y presionaban sus dientes mordiendome hasta que el olor a hierro viscozo de la sangre, me indicó que ya la estaban cercenando.   Un ruido ensordecedor y un dolor desgarrador ultrajó mi  pecho.  Con intensidad solté un  alarido--- como si me estuvieran desgarrando la piel --- ya no resistiendo  más....me  desmayé profundamente..... y  me perdí de mi mismo....


Me di cuenta de mi inconsciencia,  al sentir que un gélido viento me taladraba intempestivamente el cuerpo desnudo...

Traté de  despertar  y sentí los ojos tan  pesados como si fueran una puerta enorme de fierro;  entonces me percaté,  que  de mi respiración salía vaho condensado. Un taladrante frío me rodeaba, como un aviso  de soledad.  Todo estaba en un infinito silencio, y apenas percibía luz. Estaba amargamente desolado......

  Todo era negro, los colores desaparecieron en los tapetes, los cojines, los terciopelos.... todo se torno obscuro y  se lleno de escarcha por el tremendo frío ..... Me quise mover y  tapar, entonces;.....  ---sentí un dolor intenso  en el pecho---. Me percaté que tenía una herida enorme, mal  cocida, ahí en donde está mi corazón.  Me aterroricé y  salté de los cojines desesperadamente, busque la salida al  elevador, me percaté que  no servía y baje las escaleras, que ahora eran,  grises,  avejentadas; así de la nada se transformaron decadentemente en algo viejo y agrio. Al llegar al  lobby del edificio, estaba el mayordomo parado justo en frente de la puerta, se veía con un tono gris, y con un gesto duro, temible …
Levante la vista y vi que del otro lado del cristal había sol. El día era maravilloso y ahí estaba la chica misteriosa. Reía radiante,  llena de luz , envuelta en un abrigo de colores vivos,
 ---resplandecía---, y sus ojos …. ya no eran negros  y misteriosos, sino  de un verde con mucha vida, muy alegres,  me guiñaba el ojo, me  obsequiaba  un beso al aire  y se retiraba, ---así, como si nada---,muy fresca, con un sarcasmo casi infantil. Mi temperamento se exaltó, le ordené al mayordomo que me abriera y con tono firme me respondió : 

¡Aquí no puede salir nadie!


,-a lo que le pregunté--- 

¿ y la chica , porque la chica si salió?, ¿Qué esta pasando?

¡le exijo que me explique! ,, 

Aquí no pasa nada,,  ! todo se va a quedar igual !.


----Ella  tuvo suerte,---

----tuvo vida al fin,---

----robo tu corazón y aquí  te quedaras para siempre----

Entonces; quise romper la  puerta y de inmediato miles de manos me jalaron, manos frías de mujeres grises semidesnudas y gélidas....comenzaron a morderme, y me halaron hacia el interior del edificio. Donde me quede  para siempre, desolado y  y nunca mas..... volví a ver la luz...

Desde lo alto veo mi imagen en la plancha fría de la morgue, escucho al forense decir a un ayudante.

Le robaron los órganos, estaba vivo cuando se los arrancaron



martes, 26 de octubre de 2010

LA MUJER DE MEDIAS CON COSTURA



La mujer de medias con costura

Cuando vi. las líneas negras, de las costuras de sus medias, los pies calzados en esos zapatos negros de taconcito cuadrado, la falda oscura a la altura de las rodillas, el tapado claro de paño pesado. Rápidamente rememore, aquella imagen que quedó grabada en mi memoria,  a pesar de tantos años pasados.
 Una tarde de invierno, acompañaba a mi mamá, que iba  a la tienda del Hugo Abrahán, por la vereda aún de tierra de la maestranza municipal, comencé a seguir con la mirada los pocitos dejados por unos zapatos de mujer, muy de moda por aquel entonces, al alzar la vista me encontré esas piernas talladas, suaves, hermosas, calzadas en medias con costura (las sin costura no existían o eran poco comunes aún).
Jamás vi el rostro de esa mujer, el recuerdo me acompañó toda la vida, sin lugar a dudas debió ser mi primera excitación sexual, aunque en aquel momento por mi corta edad no alcance a comprenderlo.
Hoy, casi cuarenta años después, me encontraba nuevamente detrás de esas piernas,  mi curiosidad, asombro y libido habían escalado al máximo, apure el paso, para poder verle el rostro, la alcance,  la tome del brazo, girándola hacia mi, quede atolondrado, al verla.
La profundidad de sus ojos oscuros me ahogaron, estos estaban delineados, su rostro era rectilíneo, el cabello corto y rubio, de una de sus orejas, colgaba un aro de argolla de los años sesenta, de la otra uno con cadena estilo Bayoriano, un piercing en su nariz, otro en sus cejas, en la barbilla,  presumiblemente en su lengua. Dos sirenas tatuadas de anguilas emergían de sus oídos, con el cabello lleno de frutos de mar y los senos cubiertos con plumas.
Después de observar atónito todo su rostro, mis ojos recalaron en los suyos, me volvió a taladrar con la mirada,  con su mano apartó la mía del brazo. Se marchó, me quede congelado tratando de digerir su extraño look,  de reponerme de su mirada, que me turbó dejándome parado viendo como se iba sin atinar a hacer algo.
Los días pasaron mi ansiedad crecía,  a pesar de buscarla no la encontraba, parecía que nadie la hubiese visto alguna vez.
Mi urgencia por encontrarla se volvió enfermiza, era casualidad que tantos años después viera las mismas piernas, pero el rostro jamás, en aquella época no hubiese sido igual, quizás estaba mezclando recuerdos fantasiosos con la realidad, o tal vez significaba alguna señal de la cual debería develar su sentido.
De visita en casa de mis padres, necesitaban comparar un medicamento, me ofrecí a buscarlos, salí caminando, doble la esquina llegue hasta la Irigoyen, crucé las vías y tomé la vereda de la maestranza, que desde unos años atrás posee una veredita central de hormigón, no pude dejar de evocar aquel encuentro, mire hacia suelo y allí parecían no haber sido borrados por cuatro décadas de tiempo, aquellos pocitos cuadrados de mi infancia.
Exaltado alce la vista  a la altura de la antigua entrada del colegio industrial, vi. las inconfundibles líneas de sus medias, la ropa demodé, corrí hasta alcanzarla, volví a tomarla del brazo, se volteó hacia mí, otra vez quedé alelado, el abismo de sus ojos era el mismo, pero el rostro sufría una mutación incomprensible, el cabello renegrido, peinado al costado, las cejas curvadamente depiladas, parecían arcos protectores del abismo de sus ojos, los labios pintados de rubí subido, igual que Delia, la cara redondeada, el cutis blanco con un pequeño lunar sobre el labio.
Tomó mi brazo con sus delicados dedos coronados por uñas esculpidas  larguísimas, mirándome, intimidándome me dijo –por favor, retírese insolente.
Quedé frente a las ruinas de lo que fue el colegio industrial, parado como un tonto viendo como las talladas pantorrillas, con la marca de las costuras, se alejaban yo seguía paralizado sin hacer nada para saber algo más de ella.
Los días y noches siguientes fueron tremendos, De día deambulaba por la ciudad buscando esos ojos profundos, que comenzaron a desequilibrar mi razón, por las noches soñaba, pero no podía recordar  nada, aunque sabía que los sueños eran aterradores porque no lograba relajarme.
Solo necesitaba encontrar alguno de los rostros, debía mantenerme sereno, para que no se me escapara sin ninguna respuesta.
El sol ya casi desaparecía, transitaba por la nueve de julio, al doblar por la avenida, la vi, a la altura del chalet que fuera de Nazabal, apure la marcha ella dobló por Salgado, estacione el auto, me apee, la comencé a seguir, el estómago se me revolvía de ansiedad, la yugular galopaba, como potro desbocado en mi cuello, después de tres cuadras de persecución , pensé que me desmayaría, la tensión era tal que el alma no cabía en mi cuerpo, en el quisco de la buenos Aires compré cigarrillos, fumando atemperaría  mis nervios.
Mi táctica era saber a donde iba, así tener un lugar físico donde encontrarla, si hoy no podía hacerle frente por mi estado de ansiedad.
Continué detrás de ella ya un poco más calmo, al llegar al zaguán de la casa del tío Félix cruzó la calle,  por un instante pensé que entraría al estudio de Adalberto, pero continuó.
Al llegar al portón del jardín aminoró la caminata, se detuvo, se me heló el corazón, creí que se había dado cuenta, que la estaba siguiendo, deje de avanzar, me agaché, fingí atarme los cordones de mis mocasines.
Ella estuvo un instante inmóvil como hurgando algo en el aire, se acomodo el pesado tapado de paño, continuó avanzando meneando su cuerpo, yo tras de ella, cruzó el puente peatonal del canal, ingresó al parque por el primer molinete, se internó en el camino diagonal tapizado por el pasto debido a su poco uso, llegó al paredón de la cancha de fútbol, lo bordeó, luego subió la pendiente del velódromo abandonado, continuó avanzando hacia el playón.
En ese instante se produjo un corte de luz, las sombras se abatieron sobre mis ojos, ni Luna siquiera había esa noche, maldije en siete idiomas, a pesar de todo seguí caminando a tientas.
Rápidamente la electricidad volvió, las lámparas halógenas perezosamente retomaron. Su esplendor. Ella ya no estaba, comencé a correr en dirección al matadero, luego por el césped hasta la curva del velódromo, hasta la cancha de básquet, luego sin rumbo hasta perder el aliento, me tire cerca de las hamacas, debajo de las palmeras, viendo las estrellas que parecían tan inalcanzables como esa mujer.
Cuando recupere el aliento me incorpore no sé cuánto tiempo paso, para mi fue una eternidad, abatido comencé a lentamente a caminar en busca del auto estacionado a unas diez cuadras.
Los días subsiguientes fueron peores que los anteriores, mis músculos parecían de piedra, la tensión me producía contracturas hasta las uñas, mi presión arterial subió dos o tres puntos,  el estrés estaba destruyendo mi aparato digestivo, dormía poco y mal, quería alejarme de todo, pero inconscientemente volvía a los lugares donde encontré a esa mujer siempre de medias con costura, la misma ropa y con rostros distintos.
Detenido por el rojo del semáforo de Buenos Aires y 25 de Mayo, al mirar en dirección a la plaza, ella caminaba hacia Belgrano, a pesar de mi excitación, esta vez mantuve la calma, me llamó la atención que sus piernas no se veían tan blancas, me dije estará usando medias oscuras.
El verde del semáforo me dio paso, seguí hasta Salgado, observándola caminar por la cuadra opuesta, doble por la Belgrano, ella cruzó la calle. Detuve el auto abrí la ventanilla y espere que pasara, desde los sesenta metros que nos separaban pude percibir la profundidad de sus ojos, como las otras veces la vestimenta y la mirada se mantenían, pero el rostro otra vez era otro. No se quizás el cansancio, o la costumbre de lo insólito, esta vez lo tome con calma  no me sorprendió.
Su cara angulosa de tez negra, sin maquillaje, tatuaje o aros, solo un rostro morocho con el pelo rizado, labios pulposos, dientes perlados, la profundidad esmeralda de los ojos, que le daban una bellaza infinita, se acercó hasta mí y me dijo
- Buenas tardes señor podría indicarme donde queda la calle Villanueva al trescientos veintidós
- desde la esquina cinco cuadras luego dos a la derecha. - Hice una pequeña pausa, para tomar coraje- si querés te llevo.
-No gracias- fue la cortante respuesta, no podía dejar pasar la oportunidad y comencé a preguntar – quién sos, estaba siendo demasiado directo mi ansiedad comenzó a traicionarme otra vez.
Ella sonrió –una mujer que esta buscando a alguien
- ¿cuál es tu nombre? quise saber
No tiene importancia –me miró con cierta simpatía- pero estoy apurada.
-Puedo volver a verte
-quizás, ya que voy a estar algún tiempo aquí
-déjame que te lleve
-no por favor, y antes que yo pudiera decir algo me dijo
- no insistas, tal vez haya otra oportunidad, todo llega, gracias.
Se marchó cadenciosamente, me quedé sentado un poco más relajado, la conversación fue insignificante, pero me dio alguna esperanza, de descubrir el enigma de las extrañas mujeres.
Después de mucho tiempo, al fin esa noche pude conciliar el sueño.
Al amanecer  desperté, con el cuerpo distendido por el descanso, por un instante creí que todo fue una horrible pesadilla, encendí el televisor para saber la hora, al ver  la fecha comprendí que todo era real, pasaron tres días de mi encuentro con la morena, me había derrumbado por setenta y dos horas gracias a la enorme presión de los días anteriores. Hice una reconstrucción minuciosa de mis acciones, en los días anteriores, me duche y afeite, empilche como para una salida. Con toda mi decisión fui rumbo a la calle Villanueva trescientos veintidós.
Al llegar vi que una mujer de medias con costura, con el pesado sacón de paño, ingresaba  en la dirección a la que me dirigía, apurándome estacione, baje del auto, toque timbre. Me recibió una mujer de rostro común, labios carnosos, pecas alrededor de su nariz prominente, el pelo castaño entrecano y alborotado, ojos marrones con el abismo inconfundible de su mirada, el atavío era el mismo que vestían las anteriores.
Que desea- me preguntó-
Saber quien sos –fue mi respuesta dura y seca-
Ella se sonrió me escudriñotodavía no sabes quien soy- se me quedó mirando esperando mi contestación
Claro que no lo se, es la primera vez que te veo – fue mi estúpida réplica
Todavía no te has dado cuenta, me viste más veces de las que creeshizo una pausa suspiro- me has buscado siempre, y siempre me has visto sin verme, tan ciego estas aún.
Basta de vueltasdesesperadamente alce la voz- no te entiendo ¿Quién sos?
Soy una y todas, todas pero única. Soy tus amores y tus odios, tus deseos y tus inapetencias, soy la felicidad y la desdicha, tus sueños y tus pesadillas.
Soy con quien vas a vivir, porque te amo y te odio, soy tu pasado y tu futuro. Soy por quien naciste y por quien morirás, soy tu realidad y ficción, soy tu calma y tu desesperación, la razón y la locura.
Tendrás que convivir conmigo hasta el final, o este es el fin.
La miré con toda la inmensidad de mí ser,  pude ver la verdad en el fondo del precipicio infinito de sus ojos.
Un torrente gélido comenzó a recorrer mis venas, alcance a ver sus labios moviéndose y apenas oír el susurro de su voz como un viento helado.
Vos me buscaste,  siempre complazco a mis amores, tu tiempo término es hora de vivir en mis oscuros y helados territorios.
Y me fui con ella para siempre.....


Este magnífico cuento fue escrito por Tomas Buendía 
su blog es http://blogs.clarin.com/tomas-buendia/

Gracias Tomas , por tu aportación..