EL DON FATAL DE LA BELLEZA
Italia! O Italia! thou who hast the fatal gift of
beauty", Italia, Italia, tú que tuviste el fatal don de la
belleza, hace exclamar Lord Byron a su personaje
Childe Harold en el cuarto canto de su peregrinaje.
Uno que siempre ha envidiado a esas personas, que
gracias a su atractivo, logran abrir todas las puertas
y brincar todas las barreras. Nos cuesta creer que la
belleza sea un fatal don, pero los hechos, una vez
más, dan la razón a los poetas.
El don fatal de la belleza es un recuento anecdotario que lleva a los sitios frecuentados por Byron y Shelley desde Inglaterra a Italia por lugares que en su mayoría todavía existen; además, refleja las personalidades de Shelley y sobre todo de Byron en su tempestuosa residencia por Italia a la que se le etiqueta con una belleza fatal, por su extremada belleza artística, cultural y su fatal libertinaje.
Al igual que Italia, Lord Byron era un personaje de extraordinaria belleza, con una personalidad llena de excentricidades, con carácter caprichoso y soberbio, dueño de un extraordinario talento, un espíritu sumamente libre que nos regaló poesía de tonos sensuales, finos, extravagantes y de belleza sin igual.
Alguien que escribe algo así merece una especial atención, su peculiar manera de percibir las cosas nos brindan una poesía bellísima. She walks in beauty es un poema que exalta como nadie la belleza y elegancia de una dama. Una obra de arte a la belleza. El poema lo mostramos en inglés; traducirlo, restaría el ritmo de su encanto. Posterior al poema, un extracto del Don fatal de la belleza nos pone en perspectiva el personaje de Lord Byron.
SHE WALKS IN BEAUTY
Por: George Gordon (Lord) Byron (1788-1824)
She walks in beauty, like the night
Of cloudless climes and starry skies;
And all that's best of dark and bright
Meet in her aspect and her eyes:
Thus mellow'd to that tender light
Which heaven to gaudy day denies.
One shade the more, one ray the less,
Had half impair'd the nameless grace
Which waves in every raven tress,
Or softly lightens o'er her face;
Where thoughts serenely sweet express
How pure, how dear their dwelling-place.
And on that cheek, and o'er that brow,
So soft, so calm, yet eloquent,
The smiles that win, the tints that glow,
But tell of days in goodness spent,
A mind at peace with all below,
A heart whose love is innocent!
Se podría decir que los tonos excéntricos de Byron, comenzaron desde antes de nacer; su ascendencia se ve enmarcada por las extravagancias.
En el siglo XVIII circulaban anécdotas acerca de las descabelladas andanzas del “Lord Pícaro” tío-abuelo de Byron, que circunnavegó el mundo, esquivando las islas del Pacifico; después regresó a casa, y escandalizó por sus correrías amorosas, en las que incluso, instaló un departamento Londinense a una sirvienta que enamoró.
Heredando así ese carácter picaresco e irreverente del hijo mayor del Almirante y padre de Byron, el que se ganó el alias de “Loco Jack”.
Jack Byron era capitán de la Guardia Real, estuvo casado con Lady Carmathen, que siendo madre de tres hijos y esposa de un marqués, huyó con el joven y romántico “Loco Jack” a Norteamérica, acompañándole a huir de sus acreedores. Después de concebir tres hijos y solo sobrevivir una de ellas, la marquesa muere y Jack Byron regresó a Inglaterra.